La bici nueva

Llegabas con tu bicicleta nueva y eras el puto amo. Todos salían corriendo hacia ti, y tú sacabas pecho. Te parabas con una media sonrisa y guardabas silencio. Disfrutabas del alboroto que al principio se oía como un murmullo lejano y que poco a poco se iba convirtiendo en un griterío alegre. 

– ¿Tiene las llantas de aluminio? 

– Sí. Contestabas. En realidad no tenías ni idea de si tenía las llantas de aluminio, de hecho no tenías muy claro de que coño era el aluminio.

La infancia es un pueblo que recorres en tu bici nueva en pantalón corto con las rodillas llenas de heridas.

Hoy tenemos bicicleta nueva. Sacamos pecho y oímos el murmullo lejano. No tenemos claro si las llantas son de aluminio y aunque hemos montado poco, ya tenemos algunas heridas en las rodillas.

Nos subimos a nuestra bici tambaleándonos porque nos acaban de quitar los ruedines, aun estamos aprendiendo a manejarla. Pero sentimos el viento fresco en la cara y tenemos a alguien cerca pendiente de sujetarnos si perdemos el control. 

Vamos por un camino algo pedregoso y hay curvas que tenemos que tomar despacio si no queremos acabar en el suelo. Pero nos puede la emoción y las ganas. Damos pedales con cierta inconsciencia.

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